Una anécdota incómoda y poderosa sobre autenticidad y vulnerabilidad
- Santiago Lecumberri

- 5 jun
- 2 Min. de lectura
Sí, leíste bien:
Me saqué un moco.
Y no solo eso:
Lo hice en un escenario
Cientos de personas me estaban viendo
Bailé con él
Lo estiré
Y lo embarré
Y si sabes de qué hablo… probablemente has estado en una de mis conferencias.
Pero aunque suene a una de esas metáforas que uso en redes, esta historia es muy real.
El lugar: una casona del Senado
Un espacio precioso, antiguo, cargado de historia.
Galería de arte, oficinas, claustro...
Y ahí estaba yo:
Gritando. Cantando. Siendo yo.
(No tan bien hablado como le gustaría a mi papá, pero sí muy Lecu.)
¿Y el moco?
La historia va así:
Hace años, tenía pena de TODO.
Porque me hicieron creer que ser yo —gritón, espontáneo, auténtico— era "demasiado".
Así que me guardé.
Hasta que un día, en un evento, sonó una canción donde se cantaba y bailaba con un moco.
Y ¡pum!
Mi niño interior apareció y me dijo:
“Juega, Lecu. JUEGA.”
Y desde entonces, elegí vivir distinto:
✅ Con intención
✅ Con intensidad
✅ Con autenticidad
Me importa más lo que yo digo de mí mismo
que lo que puedan decir los demás.
¿A qué nivel?
Nivel: Me saqué un moco en el Senado.
Bailé con él.
Canté con él.
Y lo mejor:
No lo hice solo.
Cuando uno es auténtico, aparecen los demás.
Gente que quiere jugar contigo.
Crear contigo.
Vivir contigo.
Esta es una invitación:
Haz que las cosas sucedan.
Pero no desde el deber ser.
Sino desde el SER.
Desde la coherencia.
Desde la vulnerabilidad.
Desde tu verdad.
Porque a veces, lo que más necesitas no es ser perfecto…
sino simplemente atreverte a ser tú.
Y si eso incluye un moco… que así sea.
—Lecu




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