Ser escuchado es un privilegio y una responsabilidad: cómo crear espacios de escucha real

El sábado di una conferencia en Querétaro.

Y una vez más, me demostró algo que ya sabía —pero que se me sigue enchinando la piel cada vez que pasa—:

Estar ahí arriba, compartiendo lo que amo hacer, es lo que más me gusta en la vida.

Lo que más me mueve.Lo que más me hace sentido.

Pero con cada escenario, cada público, cada aplauso o silencio, también me cae encima una verdad enorme:

No es cualquier cosa que te escuchen.

No es cualquier cosa que te den la palabra.

Y mucho menos que te la crean.

Nos movemos por la vida sin darnos cuenta del poder que tienen nuestras palabras.

Y muchas veces hasta que estamos arriba, frente a otros, lo notamos:

esa mirada que se clava

ese “sí me pasa” que se ve en los ojos

ese “gracias” que alguien te dice al final

Hoy nuestras palabras no solo se quedan en quienes nos escuchan en persona.

Se amplifican.

Se viralizan.

Se quedan.

Y eso, aunque me encanta… también me hace responsable.

Porque no se trata solo de hablar bonito.

Se trata de prepararme.

De ser coherente.

De actuar con congruencia.

De seguir aprendiendo.

De merecer esa atención.

Y justo por eso se me ocurrió una idea que quiero compartirte hoy:

Una vez al mes, voy a hacer una sesión por videollamada aquí mismo.

¿Para qué?

Para hablar.

Para conocernos.

Para escucharte.

Para entender qué te preocupa, qué te mueve, en qué necesitas ayuda.

Y uso el plural a propósito:

Porque no solo se trata de que yo ayude (aunque si puedo, feliz lo hago).

Sino de que entre todos nos escuchemos.

Nos inspiremos.

Nos empujemos.

Crear una comunidad real.

Donde estemos… y se note.

Una fuerza de alto rendimiento, pero con alma.

¿Te hace sentido?

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Te espero ahí.

Y sí, aún con nervios, pero con muchas más ganas.

Lecu.