¿Quieres jugar conmigo?
- Santiago Lecumberri
- hace 12 minutos
- 2 Min. de lectura
El día de hoy quiero contarte una historia personal.
Si me conocieras, sabrías que me encantan los malabares.
En especial el diábolo (o yoyo chino, como lo conozcas).
Me gustaría aprender muchos más, pero con ser medianamente bueno en ese… soy feliz.
Hace unos años fui a pasar unos días con mi mejor amigo, que vive en Nueva York.
Me quedé un mes entero con él, porque bueno... #hospedajegratis.
Mientras él hacía sus cosas, yo aprovechaba para conocer la ciudad, turistear, perderme.
Y un día, en un parque, pasó algo que no he podido olvidar.
Vi un grupo de personas haciendo malabares.
Pero no como un show.
Solo estaban ahí. Compartiendo el hobby. Creando comunidad.
Había gente de todas las edades, colores, idiomas.
Había cajas llenas de pelotas, clavas, aros, contact balls, diabolos.
Había niños jugando. Otros aprendiendo.
Y personas enseñándoles sin conocerse.
Solo porque sí. Porque estaban ahí.
Y yo, con el corazón latiendo como loco,
lo único que quería era acercarme y preguntar:
“¿Puedo jugar con ustedes?”
Una pregunta tan sencilla.
Y al mismo tiempo, tan enorme.
No pude.
Me paralicé.
Me quedé viendo. Soñando estar ahí.
Pero sin poder moverme.
Y lo más absurdo de todo es que…
era casi seguro que me iban a decir que sí.
Y aún así, no pude.
Me congelé.
Y ojo: para ese entonces ya llevaba años dando conferencias,
hablando frente a cientos o miles de personas,
haciendo cosas que para muchos serían imposibles…
Pero ese momento, esa pregunta…
me desarmó.
No por ellos.
Por mí.
Tiempo después, vi la película Luca, de Disney.
(Si no la has visto… es una joya).
Hay un personaje que, cada vez que está por hacer algo emocionante o nuevo,
escucha una voz en su cabeza.
Una que lo frena. Que le dice que no. Que le mete miedo.
Esa voz se llama Bruno.
Y su amigo le dice:
“Silencio, Bruno.”
Gritado. Fuerte.
Tan fuerte, que no pueda escucharlo más.
Y me hizo todo el sentido.
Porque ese día en el parque, mi Bruno estaba a todo volumen.
Y hoy que me toca trabajar con personas brillantes, sensibles, comprometidas…
veo que cada quien tiene su Bruno particular.
Ese que les dice que no es el momento.
Que no saben suficiente.
Que es ridículo intentarlo.
Que mejor se queden quietos.
Y por eso te escribo hoy.
Porque a veces, estamos a una sola pregunta de distancia de una experiencia que nos cambia.
A veces estamos a un
“¿puedo jugar con ustedes?”
de las cosas que nos hacen sentir vivos.
Hoy me toca acompañar a personas que quieren hacer que las cosas sucedan.
Que quieren aventarse a jugar.
Y cuando digo jugar, me refiero a vivir con intención, con intensidad, con sentido.
A ser protagonistas de su historia.
Y mejor aún: de una historia que vale la pena ser contada.
Si tú eres una de esas personas,
si quieres vivir más fuerte, más claro, más tú…
A veces no falta tanto.
A veces solo hace falta una decisión.
A veces, solo es cuestión de atreverse a preguntar:
¿Quieres jugar conmigo?
Y dejar que la vida te diga que sí.
Nos vemos pronto,
Lecu
Comments