Llevo ya casi 10 años parado en un escenario dando conferencias, además podemos sumar las innumerables veces que el escenario fue mi aliado para jugar a hacer teatro, conocí sus rincones desde muy pequeño, crecí entre las faldas, piernas y corbata de un escenario, sin saber que me estaba preparando, simplemente ambientando para la vida que me estaba esperando para construirla.
Si en mi infancia me inscribieron a clases de teatro, hoy lo veo como a esa rana que meten en agua tibia, que poco a poco van calentando, hasta que irremediablemente el hirviente liquido le arranca la vida al anfibio sin darle posibilidad siquiera de darse cuenta de lo sucedido. Así mi historia, sin darme cuenta, poco a poco el agua me hirvió y me arrancó toda posibilidad de vivir fuera de un escenario, hoy el escenario lo siento una extensión intrínseca de mi ser, el contacto con el me pone a temblar de la emoción, al igual que mi primer amor adolescente lo llegaba a hacer.
He sido muy afortunado de conocer muchos escenarios y compartir mis memorias, historias y chistes en todos ellos, también he tenido la enorme fortuna de conocer colegas expertos en catar historias, formularlas y compartirlas. Después de mis años en el reflector te puedo decir que he encontrado el elemento más importante cuando se trata de hablar en público.
Existen infinidad de cursos de cómo hablar en público, convertirte en conferencista o “Speaker”, y las 10 mejores técnicas para cautivar a tu público, yo mismo he tomado varios, y actualmente estamos corriendo un programa sobre eso, pero muy pocos te enseñan el verdadero secreto para hablar en público, éste secreto que diferencia a los verdaderos profesionales y a un montón de charlatanes disfrazados de talento.
Lo único que necesitas verdaderamente para subirte a un escenario y hablar en público: es tener algo importante que decir. En mi vida he corrido en repetidas ocasiones una maratón, y el hambre que te lleva a terminar esos 42 kilómetros es bastante similar al hambre que debes de sentí por contar eso que llevas dentro. Cuando llevas apenas 10 kilómetros tu cuerpo ya empieza sentir el cansancio, en el kilómetro 21 tu mente te hace dar si fue una buena idea, pero al kilómetro 32 estás seguro de que fue una locura. Esa hambre que sientes que te va a impulsar esos últimos 10 kilómetros es bastante similar al hambre que uno tiene por tener una historia por compartir.
Si tu cuerpo, tu mente, tu instinto no te exige con cada célula de tu cuerpo a contar eso que aprendiste, viviste o pensaste: ¡NO LO COMPARTAS! No existe nada más valioso en ésta vida que el tiempo, no desperdicies el de los demás compitiendo algo que no vale la pena ser compartido. “El contenido es rey” decían los periódicos en Nueva York en los años 50s, y lo sigo siendo -te lo digo yo-, el cómo cuentas esa historia, las tonalidades, expresiones, frases y preguntas retóricas solo sirven para llenar de flores dicha historia y que luzca más, pero por lo que la gente se va a acordar de ti es por la historia que tienes que contar, la idea que quieres compartir y las emociones que les hiciste sentir.
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Cuando tienes una historia digna de ser contada no vas a necesitar un escenario para hacerlo, tu mundo entero se va a compartir ese escenario, la gente no decide ser conferencista y después decide sobre lo que va a hablar. El proceso es al revés, uno encuentra un tema, del que no se puede quedar callado, ya sea por la emoción de compartir, la indignación o la curiosidad. Cuando uno habla todo el tiempo de eso, hasta en la parada del transporte público, eventualmente encontrarás a alguien que vibre de la misma manera que lo haces tú con tu historia, y es ahí donde empiezas a armar audiencia.
Si ya encontraste de lo que quieres hablar, ¡no te lo calles! Las historias que se quedan atrapas dentro de uno se pudren, esas historias merecen la libertad y nuestra voz es su llave al mundo, en ese momento tu sólo existes para ser el vehículo de la historia, y ponerte al servicio de ella. Si ésta historia o idea puede ayudar a las demás personas a entretenerse o a mejorar tu calidad de vida, a mi parecer es tu OBLIGACIÓN compartirla. No seamos egocéntricos queridos lectores, dejemos que nuestras ideas o historias sean las protagonistas de nuestra historia.
Por: Lecu (o Santiago Lecumberri)
Lider fundador y maestro Jedi de Dédalo, más idealista que emprendedor, Licenciado en Psicología, Maestro en Desarrollo Empresarial, Educación y Psicoterapia Familiar, nunca deja de estudiar, a menos que sea para jugar -juega mucho-, experto en mazapanes y nieve de limón, ganó en preescolar como el mejor artista del salon Kinder 2 Rojo.
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