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Procrastinar quema más que trabajar

Hoy quiero decir algo que tal vez no te va a encantar:


Procrastinar genera más burnout que trabajar.


Sí, leíste bien.


No es el trabajo el que te está matando.


Es lo que estás evitando.


Porque el pendiente que pateas…


no se va.


Se convierte en ansiedad.


La decisión que no tomas…


no desaparece.


Se vuelve ruido de fondo, todos los días.


Y lo que evitas, te espera.


No se esfuma. Solo se carga de peso emocional.


Hasta que lo llevas encima, sin darte cuenta.


Hasta que explotas, y no sabes por qué.


Procrastinar no es flojera. Es una señal.


Pero si no la escuchas, se convierte en castigo.


No se trata solo de dejar de posponer.


Se trata de entender por qué lo estás haciendo.


¿Es por falta de claridad?


¿Por miedo a equivocarte?


¿Porque estás abrumado con mil cosas pequeñas?


¿Porque no sabes por dónde empezar?


Cada razón que ignoras


le suma más peso al pendiente.


Más ansiedad.


Más culpa.


Y cuando lo haces una vez… ok.


Pero cuando lo haces todos los días,


la presión se acumula como una olla a punto de explotar.


Ahí es donde empieza el burnout.


No por lo que haces.


Sino por todo lo que estás dejando de hacer y cargando en silencio.


Romper el ciclo no empieza con fuerza de voluntad.


Empieza con honestidad.


Date 10 minutos.


Ponte frente a eso que estás postergando.


Y pregúntate en serio:


¿Por qué no lo estoy haciendo?


Es ahí donde empieza el verdadero movimiento.


Y cuando entiendes eso,


recuperas algo que vale oro:


tu poder personal.


Lecu

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