Odio el coaching
- Santiago Lecumberri
- 6 abr
- 2 Min. de lectura
Sí, lo dije. Odio el coaching.
Pero no por lo que es, sino por lo que se ha vuelto.
Hoy en día, cualquiera que tomó un cursito de fin de semana y aprendió a decir “cuéntame más sobre eso” ya se hace llamar coach.
Cualquiera que pasó tres meses leyendo frases motivacionales en Instagram, ya siente que puede jugar con la mente humana, opinar sobre traumas, aconsejar sobre relaciones, y acompañar procesos complejísimos sin tener idea de lo que realmente está haciendo.
Y eso no solo es irresponsable.
Es peligroso.
El coaching nació como una herramienta poderosa dentro de la psicología humanista, de la mano de un gigante llamado Carl Rogers.
No era charlatanería, ni ventas disfrazadas de “acompañamiento”.
No era vender humo.
Era una técnica con base teórica, estructura, ética, y un profundo respeto por el ser humano.
Una forma de crear espacios de escucha, claridad y transformación.
Pero como muchas cosas valiosas… se prostituyó.
Hoy, el término está tan desgastado que decir que eres coach ya no significa nada.
La palabra está contaminada.
Y eso me duele. Porque la herramienta es buena.
Lo que no siempre es bueno… es quién la usa.
Ni cómo.
Ni para qué.
Imagina esto:
La energía nuclear puede abastecer ciudades enteras… o puede destruirlas.
Un veneno en dosis mínimas puede ser medicina.
Un bisturí en manos de un cirujano salva vidas. En manos equivocadas, mata.
Lo mismo pasa con el coaching.
Si no tienes la preparación adecuada, puedes terminar dándole una bomba a alguien y pedirle que “confíe en el proceso”.
Por eso tomé una decisión importante:
Mañana empiezo una maestría formal en Coaching Directivo y Liderazgo.
No un cursito.
No una certificación exprés.
Una formación seria, con personas que saben, que piensan, que se cuestionan, que estudian.
Porque si voy a acompañar a otros a transformar su vida, quiero hacerlo con la profundidad, el rigor y la ética que eso exige.
Yo no vine a improvisar.
Vine a construir mundos.
Mundos donde las personas detonen su máximo potencial, desarrollen sus mejores talentos y vivan con fuerza, intención e intensidad.
Mundos donde cada quien se convierta en el protagonista de su propia historia.
Esto apenas empieza.
Nos vemos en el camino.
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