top of page

Domingo en la noche. Otra vez.

Actualizado: 6 may

A veces siento que el domingo en la noche tiene un peso especial.


Como si el cuerpo supiera que está por entrar en otro ciclo de exigencia, de resultados, de ritmo.


Y no es que odie los lunes —de hecho, a veces me emocionan—

pero sí me he dado cuenta que, si no descanso bien,

empiezo la semana a medio gas.


Y no hablo solo de dormir.


Hablo de descansar bien.


Aprendí (a la mala, como muchas cosas) que hay tres tipos de descanso que necesitamos para evitar distintos tipos de burnout.


Y que si alguno falla, el cuerpo, la mente o el alma te lo cobran.


Con ansiedad, fatiga, irritabilidad… o simplemente con ganas de renunciar a todo.

Así que hoy, domingo por la noche, quiero hablarte de eso.


Hay descansos que duran minutos, otros que duran días y otros que deberían durar semanas.


Y todos son importantes.


Primero: el descanso corto.


El de cada día.


El que a veces olvidamos porque creemos que “perder cinco minutos” es de flojos.


Pero no lo es.


Este tipo de descanso es una pausa activa.


Te paras. Tomas agua. Estiras. Cambias de lugar.


Te permites respirar sin exigirte nada.


Yo lo uso mucho. Porque ya me conozco.


Sé que si hago una pausa mayor a 25 minutos me cuesta muchísimo regresar.


Pero si me desconecto menos tiempo, y después dedico energía a algo personal —como cuidar mis plantas o reorganizar mi espacio—,

mi mente se siente en paz, pero sigue activa.


Ese descanso me ayuda a prevenir el burnout por sobrecarga inmediata.


Ese que pasa cuando no paras nunca. Cuando vas sumando tensión sin darte cuenta.

Segundo: el descanso de fin de semana.


Ese es más largo, más consciente.


Y debería ayudarnos a salir del modo “trabajo” para entrar al modo “vida”.


No se trata de quedarte en cama todo el sábado,

sino de conectar con cosas fuera de lo profesional:


tu gente, tu espacio, tus hobbies, tus placeres sencillos.


Cocinar, caminar, leer por gusto, ver películas con alguien, no por obligación.


Este descanso previene el burnout por desconexión emocional.


Ese que llega cuando todo en tu vida empieza a girar solo alrededor de tu productividad.

Y por último: el descanso largo. Las vacaciones.


Y aquí hay algo importante que tengo que decir (aunque incomode a más de uno):


Irte de vacaciones y trabajar desde la playa no es descanso. Es solo home office con vista al mar.


No te engañes.


Las vacaciones —las reales— son para desconectarte completamente.


Para volver a ti. Para tocar base con tu gente.


Para conocer nuevas personas, lugares, versiones tuyas que no salen cuando estás en modo ejecutivo.


Este descanso previene el burnout por despersonalización.


Ese que pasa cuando ya ni sabes por qué haces lo que haces.


Cuando todo se vuelve automático.


Y tú, ausente.


Pero no todos descansamos igual.


Hay personas que si hacen pausas largas, les cuesta horrores volver a arrancar.


A mí me pasa. Por eso aprendí a dosificar mi descanso.


A construir mis pausas no solo con lógica, sino con autoconocimiento.


No todo mundo necesita una semana de silencio.


Pero todo mundo necesita saber cómo recargarse de verdad.


Por eso te lo dejo como reflexión hoy domingo:


¿Qué tipo de descanso te estás negando?


¿Y cuál podrías empezar a integrar esta semana?


Tal vez no puedes tomarte vacaciones aún.


Pero sí puedes estirarte. Respirar. Llamar a alguien que quieres.


Recordarte que tu valor no está en lo que haces,

sino en cómo te sientes mientras lo haces.


Yo por lo pronto, hoy domingo por la noche,

voy a regar mis plantas.


Y dejar que el descanso haga lo suyo.


Lecu


Comments


Dédalo México® 2023

bottom of page