¿Por qué formar equipo? o más bien, ¿Para qué? Estas son preguntas que han rondado en mi cabeza los últimos años. Teniendo en cuenta que como norma general se nos plantea la individualización para obtener el éxito y la competencia para poder llegar a este, el trabajar en equipo o confiar en otros ha sido todo un proceso de aprendizaje para mi. Es por esto que les vengo a compartir lo que he aprendido estos años a base de prueba y error.
Comencemos analizando un poco al ser humano como individuo “independiente”, si bien somos capaces de realizar ciertas cosas por nuestra cuenta, desde que nacemos requerimos el apoyo de otros. No somos como los tiburones blancos, que nacen perfectamente formados y capaces de valerse por sí mismos.
Nosotros requerimos de cuidados por varios años, entonces, desde el momento en que nacemos necesitamos de otro para sobrevivir y progresar. Esto no cambia mucho a lo largo de nuestra vida. Si bien llega el punto en que aparentemente podemos sobrevivir por nuestra cuenta, de alguna forma necesitamos siempre de otros. Es por esto que vivimos en sociedad.
Aunque esta sociedad dicta que la individualidad es lo deseado, una parte de nosotros siempre tiene esa espinita dentro que nos hace querer pertenecer a algo más grande, un grupo de amigos, una escuela, una carrera, una empresa… una familia.
El truco aquí está en mantener la individualidad sin perder esa pertenencia. Si bien podemos ser parte de un grupo con características particulares compartidas, cada uno tiene sus señas individuales que le distinguen.
Entonces ¿Para qué y por qué hacer equipo? Pues, en distintos momentos de mi vida me he encontrado con esta encrucijada y en definitiva las veces que escogí confiar en otros y hacer equipo (casi sin importar la circunstancia) el resultado se magnificó.
Al confiar en otros logré reducir el estrés, optimizar mi tiempo y energía así como también obtuve el gran regalo de contar con otros puntos de vista, pues cada uno tenemos un universo de ideas en nuestra mente y al juntar universos abarcamos más posibilidades.
En resumen, con los años he aprendido a “usar toda mi fuerza”, y esto implica apoyarme con los que me rodean, es así que uno más uno da tres y no dos, porque la suma de fuerzas multiplica la posibilidad de obtener resultados. Solo hay que aprender con la práctica en quién confiar.
En lo personal busco personas con objetivos similares a los míos, que aunque piensen diferente, tengamos una meta en común, así se nutre el proceso de todos con lo que cada uno puede aportar.
Y tú... ¿Te atreves a ganar más compartiendo?
Por: Mariana Aguilera Mendoza
Guerrera de Marca en Dédalo México, Estudiante de medicina en la Escuela libre de Homeopatía de México. Buscando el equilibrio entre lo que se quiere, lo que se hace y cómo se hace.
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